jueves, 6 de febrero de 2014

El Papa, la Cuaresma y el antídoto contra toda miseria

02/ 4/2014

Cuando no hay trabajo, salud ni educación, la miseria moral «podría llamarse suicidio incipiente»

(©Ansa) Pobreza en África

IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO

«¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza!». Papa Francisco lo escribió en su primer mensaje para la Cuaresma, presentado hoy en el Vaticano. Un texto en el que Bergoglio, entre otras cosas, describe «tres tipos de miseria»: material, moral (que «podría llamarse suicidio incipiente», porque a menudo la provoca la falta de trabajo, salud y educación) y la espiritual. Francisco invita a los fieles a considerar este periodo que precede la Pascua como un tiempo «adecuado para despojarse».
Jorge Mario Bergoglio explica, en el breve mensaje, que se inspiró en una expresón que usa San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El mensaje se titula, de hecho, «Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza». Por ello, el Papa se pregunta: «¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?». En primer lugar, explica el Papa, el «amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros». Pero el Papa también indica que «Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica».  Entre los argumentos afrontados por el Pontífice, hay muchos que se relacionan con el compromiso social. En el segundo párrafo del mensaje («Nuestro testimonio») Jorge Mario Bergoglio dice que sería erróneo creer que la «la vía de la pobreza» es exclusiva de Jesús, pues nosotros venimos después de Él y podríamos «salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos». La riqueza de Dios, subraya el Papa, «no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo».
Y en este punto del texto Bergoglio distingue tres tipos de miseria: material, moral y espiritual. La miseria material, o bien lo que normalmente llamamos «pobreza», «toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad».
Según el Papa, «cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir». Pero, no menos preocupante es la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. «¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente». Esta forma de miseria, indica Bergoglio, «que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso». Y ante esta realidad, recuerda Papa Francisco, «El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna».
Al final del mensaje, el Papa invita a «que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza». Por ello, «la Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele».