Cuando no hay trabajo, salud ni educación, la miseria moral «podría llamarse suicidio incipiente»
(©Ansa) Pobreza en África |
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
CIUDAD DEL VATICANO
«¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de
perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza!». Papa Francisco
lo escribió en su primer mensaje para la Cuaresma, presentado hoy en el
Vaticano. Un texto en el que Bergoglio, entre otras cosas, describe
«tres tipos de miseria»: material, moral (que «podría llamarse suicidio
incipiente», porque a menudo la provoca la falta de trabajo, salud y
educación) y la espiritual. Francisco invita a los fieles a considerar
este periodo que precede la Pascua como un tiempo «adecuado para
despojarse».
Jorge Mario Bergoglio explica, en el breve mensaje, que se inspiró en
una expresón que usa San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios:
«Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo
rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2
Cor 8, 9). El mensaje se titula, de hecho, «Se hizo pobre para
enriquecernos con su pobreza». Por ello, el Papa se pregunta: «¿Qué nos
dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos
dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en
sentido evangélico?». En primer lugar, explica el Papa, el «amor nos
hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y
Dios hizo esto con nosotros». Pero el Papa también indica que «Dios no
hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de
quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad
filantrópica». Entre los argumentos afrontados por el Pontífice, hay
muchos que se relacionan con el compromiso social. En el segundo párrafo
del mensaje («Nuestro testimonio») Jorge Mario Bergoglio dice que sería
erróneo creer que la «la vía de la pobreza» es exclusiva de Jesús, pues
nosotros venimos después de Él y podríamos «salvar el mundo con los
medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios
sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de
Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos». La riqueza de Dios,
subraya el Papa, «no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino
siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria,
animada por el Espíritu de Cristo».
Y en este punto del texto Bergoglio distingue tres tipos de miseria:
material, moral y espiritual. La miseria material, o bien lo que
normalmente llamamos «pobreza», «toca a cuantos viven en una condición
que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos
fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el
agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de
desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia
ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y
curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad».
Según el Papa, «cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en
ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las
riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la
justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir». Pero, no menos
preocupante es la miseria moral, que consiste en convertirse en
esclavos del vicio y del pecado. «¡Cuántas personas han perdido el
sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han
perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta
miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo
cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de
igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos
casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente».
Esta forma de miseria, indica Bergoglio, «que también es causa de ruina
económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea
cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no
necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos
que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de
fracaso». Y ante esta realidad, recuerda Papa Francisco, «El Evangelio
es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente
el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el
perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y
nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y
para la vida eterna».
Al final del mensaje, el Papa invita a «que este tiempo de Cuaresma
encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de
testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual
el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre
misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos
hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y
nos enriqueció con su pobreza». Por ello, «la Cuaresma es un tiempo
adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos
privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No
olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin
esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no
duele».
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